Expectativas, precios y decepciones: el dilema de los conciertos en la era del espectáculo
En la era de los conciertos convertidos en espectáculos masivos, conseguir una entrada se ha vuelto un lujo. El éxito ya no se mide solo por la música, sino por los sold outs, la viralidad en redes y la magnitud de la puesta en escena. El público paga precios desorbitados esperando un show impecable, mientras los artistas se enfrentan al dilema entre libertad creativa y las exigencias del mercado.
Un buen ejemplo es Lana Del Rey, que debutó en estadios este verano con un espectáculo de apenas hora y media, 15 canciones y sin muchos de sus grandes éxitos. Prefirió incluir covers y temas inéditos antes que plegarse al guion esperado. Para algunos, un gesto de autenticidad; para otros, una decepción frente al coste de las entradas.
Expertos como Laurelanne Davis, periodista y entrenadora vocal, señalan que en el pop “el show lo es todo”: fuegos artificiales, coreografías y los hits que hicieron famosos a los artistas. Aun así, recuerda que “sigue siendo su arte” y que los músicos tienen derecho a reinventar sus conciertos. El reto, sobre todo en estadios, está en mantener la emoción con la voz y la presencia, aunque se opte por la sencillez.
El periodista Peter Doggett subraya otro factor perdido en la era de TikTok: la sorpresa. Dylan, por ejemplo, fascinaba porque nunca repetía un mismo repertorio. Hoy, en cambio, la industria oscila entre producciones meticulosas al estilo Broadway y propuestas más improvisadas para minorías fieles.
La presión es especialmente dura para las mujeres, históricamente obligadas a cantar, seducir y deslumbrar para ser rentables. Pero muchas han convertido esa exigencia en poder, hasta dominar el pop global.
Al final, la clave está en el equilibrio: entre espectáculo y autenticidad, entre lo íntimo y lo masivo. Como resume Doggett, “solo se puede ser íntimo en un estadio si el público cree que el artista canta directamente para ellos”.
El futuro apunta a que el pop y el teatro musical seguirán acercándose, hasta que cada concierto se parezca a un gran espectáculo de Broadway.
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